- *
Deshacerse de un cuerpo no es fácil, es como borrar
los recuerdos. Pareciera que bajas una palanca como las de los baños y se van
con toda la mierda a un lugar que no conocemos; pero sabemos que existe...
Cuando menos lo esperas, te saltan a la cara y te dicen “sigo aquí, duelo, vivo”.
Lo intenté una vez, sólo una vez. No me
atreví en el momento justo, no es como romper una hoja de papel, tu educación
te ata a ciertas conductas y el temor a
hacer algo extraordinario te carcome en cuestión de segundos. El miedo se
parece a un depredador sin hambre, un sádico que busca tu sufrimiento; muchos
dicen que es instintivo, como un tipo de alerta de que algo no está bien. Para mí
no es más que lo más parecido a la actividad destructiva de la humanidad. Un
parásito que vive de uno.
Yo no sentí mi garrapata hasta que le vi
los ojos, en realidad durante todo el tiempo en que jugué con él evité su
mirada, sabía que me haría sentir como mierda; me limité a torturarle de
espaldas, los gritos para mí no son nada sin la mirada, las palabras carecen de
efecto sin la mirada… En realidad soy un cobarde, porque la maldita garrapata
me ha succionado la vida y yo quería succionar la suya, así, de espaldas.
Tomé un ladrillo de la pila que estaba
detrás de mí, me había divertido lo suficiente ya, golpearía su cabeza hasta
que se escapara la vida, no pienso darte detalles porque tampoco vengo a
satisfacer el morbo de nadie.
- *
No me importan tus pretextos pendejos, tienes
que contarme todo con detalle.
- *
Pues no, no quiero, deduce lo que se te meta por
el culo, inventa cosas, di que le corté las piernas, que le mordí los dedos,
que lo violé con un tubo, que hice lo mismo con todos los desaparecidos de este
país; lo que tú quieras. Imaginación te sobra; en realidad eres más violento y
asquerosamente malvado que yo, no vengas a jugar conmigo a la santísima
autoridad juzgadora. Lo que se sepa me vale una chingada, yo sólo quiero que de
cierto se sepa lo que esos ojos me dijeron, si quieres decir que se los saqué
con un sacacorchos o con un desarmador tienes mi permiso que ni falta te hace.
- * Que la chinga…
- * Cállate, que el que declara soy yo y declaro lo
que se me hinchen los huevos; y mis huevos quieren hablar de los ojos.
El muy cabrón a pesar de todo se movía como si le hubiera puesto lumbre debajo de la silla; los gritos, las sacudidas, todo parecía una escena de tortura de película gringa.
El muy cabrón a pesar de todo se movía como si le hubiera puesto lumbre debajo de la silla; los gritos, las sacudidas, todo parecía una escena de tortura de película gringa.
Se cae para atrás el muy incómodo, como
diría mi abuela. Yo ahí, nisiquera tenía la mano alzada, el ladrillo agarrado
sí, pero para nada que debí haberme visto amenazador. Claro es que su miedo por
todo lo que le había hecho, provocaba que le valiera madres como me veía yo en
ese momento. Me lo estaba chingando y él no sabía ni por qué, así de fácil. El
pinche miedo se lo estaba tragando y tenía razón de sobra, lo sé.
Pero me llevó con él, me miró a los ojos
directo, lo que dijo ni lo recuerdo y para fin del asunto ni importa, en esas
situaciones mientras suplican las personas hablan de la familia, de la bondad y
la maldad. La gente habla de Dios; pero sus ojos, rojos lagrimosos, me hablaban
de dolor, de soledad, de un constante despertar mecánico para ser un esclavo de
sueños frustrados… me dijeron que me vieron autosecuestrándome antenoche debajo
de la cobija abrazado de la almohada. Me dijeron que me vieron recordando mi
infancia cuando batía el café en la mañana, que me vieron tocándome mientras
fantaseaba en la regadera, que me vieron comprando películas fantásticas para
escapar los domingos por la tarde del silencio de las paredes.
Me dijeron que éramos iguales. Y sentí
miedo, de estar del otro lado.
Solté el ladrillo, me volteé para llorar y
les marqué a ustedes.
- *
Entonces te lo quebraste antes de que llegaran
¿cómo y con qué te lo chingaste?
- *
¡Qué huevos! Ya te dije, ponle lo que tú
quieras, yo no lo maté, para eso les hablé a ustedes. Yo no me atreví,
deshacerse de un cuerpo es mucho trabajo y a final de cuentas se iba a saber en
cualquier momento, mejor que se lo “quebraran” ustedes. Yo ya estaba condenado.
J F Méndez
Todo, absolutamente todo tiene una raíz, un por qué que late en el interior de la cosa, es su motor; cuesta encontrarlo para frenarla o motivarla.