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Bienvenido seas, inquieto.

lunes, 20 de febrero de 2012

Hoy podría rentar las nalgas




Le quiero quitar el sentido a toda expresión, romperle la madre por completo a cada oración, hacer de pronto telarañas de groserías, realidades, canciones y muchas, muchas pinches vulgaridades… Para que todo cobre un sentido nuevo, y es que recuerdo cuando niño, que me imaginaba que todo de pronto se volteaba, todo era contrario a lo conocido, el verde para el tráfico era detenerse, la cama en la mañana había de destenderse, la caca, pues simplemente ya no salía, porque no era tan creativo. Y ahora, entre que escucho “moralidades” carentes de fundamento, órdenes carentes de elocuencia, y un sinfín de astucias del intelecto humano, me regresa el niño negado a la realidad, aquél que modifica el mundo para sentir pertenencia y de pronto como cualquiera se cae de la bicicleta.

Pero aferrado soy, a sentirme parte de un mundo, en el que por lo menos la letra P se use como afrodisiaco… Lo demás, ya poco a poco va caminando. Aseguro entonces, que si le rompemos el sentido a la expresión, de pronto será interesante por demás encontrarle intención, total, que nunca falta quien llegue y se identifique, por aquello de sus proyecciones. Y entre cada mendiga proyección, yo podría hasta proyectar pureza, virginal devoción a un azul que me salte de los ojos, se encuere ante la mirada atónita de cualquiera que quiera ver, y como por instinto de tigre golpeado en circo, ataque, mate, le saque la sangre al culero domador. 

¿Quién es mi domador? Es la pregunta más sensata que me he hecho, por eso, eliminémosla de la cajita de las preguntas que le romperán el sentido a la expresión, y mejor preguntemos ¿Soy un domador? ¿Soy un tigre enjaulado? ¿Podría tragarme mis telarañas?.

No sé, no pretendo saber… No debe haber sentido o conexión entre la realidad y este momento de desmadramiento emocional. Mejor, entre las bastas noticias de una verdad enferma, o los sonidos lejanos de unas justísimas luchas, o el eco de las gotas caídas de cada sirio pascual. Me dispongo a pensar, que podría iniciar por rentar las nalgas y llamarle “arte acción” a una nada nueva profesión.





Jonathan Méndez